viernes, 5 de noviembre de 2010

Nota de lectura "Colección de arena" Italo Calvino

Este texto me hizo recordar dos cosas que tenía archivadas en algún lugar de mi cabeza.

La casa de Pablo Neruda en Isla Negra, Chile, esta íntegramente construida con colecciones. Poco o nada en aquella casa, sea mueble, vajilla o adorno, está librada al azar de una compra hecha en algún bazar o una simple adquisición por catálogo. Botellas, cajitas, mariposas, latitas, piedras. Por todos lados abundan las colecciones. En cada rincón de aquella casa construida a semejanza de un barco (con pasillos estrechos, techos bajos y cuartos donde uno menos se lo espera) es posible toparse con alguna colección de algo. Lo que sea.

También están los simples objetos, individuales, únicos. No forman parte de una colección, pero su relevancia no viene de allí, sino de que tiene una historia detrás. Hay un globo terráqueo traído de no se sabe dónde por el escritor, en uno de sus viajes como diplomático del gobierno de Allende. Aún puede verse un corte en el costado, a la altura del Atlántico sur, dónde un guardia de aduana impiadoso buscó infructuosamente algún documento secreto del Kremlin frente a un Neruda furioso de que le arruinaran de esa manera su recuerdo. Hay una mesa construida con una rueda de carreta, regalo de unos mineros del norte de Chile, de esos que quedan atrapados y se mueren, sin tanto barullo, ni flashes, ni nada. De esos mineros también son, las piedras que forman su chimenea. Una silla regalo del mar, léase: una silla que Neruda se encontró una mañana caminando por la playa. Todo tiene una historia, una identidad, rostros que hicieron que llegara hasta allí.

Neruda coleccionaba, además, mascarones de barco. Entre los que tenía, su preferida era la Llorona. La tenía junto a una ventana, mirando el mar. En invierno, la diferencia de temperatura y humedad hacía que en sus ojos de cristal se formaran gotas de agua. Eso era lo que los amigos del escritor intentaban hacerle entender. El los escuchaba con interés y hasta comprensión, asentía con solemnidad, para luego explicarles que el era poeta, no científico, y que podían tomar su explicación materialista y guardársela en el bolsillo. En su mundo, la Llorona veía triste el mar, sobre el cual ya no cabalgaba. Por eso lloraba.

Hace años, el escritor, historietista y guionista Neil Gaiman creó el personaje de Sandman, el dios Sueño. Su reino está construido con todo aquello que fue soñado alguna vez, en algún lugar, por alguien. Cada persona, moldea, en sus sueños, la materia onírica y da forma a personajes, lugares, objetos, lanzándolos al reino de este dios. Allí el, los toma para dar forma a su biblioteca, su castillo, sus muebles. Su reino también es habitado por personajes soñados, unas veces simples y sencillos, otras veces fantásticos y estrafalarios. El universo de este dios, está construido a partir de los sueños de infinitas vidas. Por eso, su poder es infinito.

Nota de lectura "Mi subida al Everest" José Saramago

El texto parece fluir como una reflexión. En alguna medida, todo texto lo es, pero en este caso parece verse plasmada incluso la situación, el momento, la actitud del autor al momento de hacerla. Las oraciones fluyen, sueltas pero con una coherencia que permite seguir al enunciador en las dudas que intenta plantear.

La constante referencia a los humores del cuerpo, muestran a un autor interesado en verse vulnerable en sus creencias, o al menos, en las que escribe aquí. “Yo siento esto, pero miren que quizás esto no sea tan así”, parece reinar en algunos momentos del texto. Pero también, queda claro que esa vulnerabilidad, no le molesta, no se siente inseguro con ella, sino que es desde ella desde donde escribe. En ella se hace fuerte y obliga al lector a abandonar su propia seguridad y certezas.

El tono del texto parece el de alguien que quiere hacer una proclama en voz baja, dejar sentada una creencia, una fe. El autor parece querer sacudirse de cuestiones que exceden a su propio ensayo, el mundo, su vida, la realidad, universalizando todo en un texto que bien podría hacer referencia a un sinfín de situaciones o problemas. Parece haber sido escrito en una pausa de escritor entre textos más “serios” e “importantes” o en un recreo en una vida cargada de situaciones agitadas, políticas, dramáticas. El texto deja la sensación de que el autor lo concibió como una forma de sacarse un peso de encima o, quizás, convencerse a sí mismo de algo.

Nota de lectura "La duración del infierno" Jorge Luis Borges

El texto aborda el tema de la eternidad, puntualmente en relación a la estadía que sufrirían las almas pecadoras en el infierno. Decididamente, el enunciador se coloca en el lugar de un conocedor de los temas religiosos, no solo en cuanto a preceptos, sino también a sus libros y tomos de referencia. Se vuelve claro que él mismo no pertenece al ámbito religioso, sin embargo, se desenvuelve en el debate haciendo gala de sus conocimientos, poniéndose a la “altura” de sus posibles interlocutores o críticos. No debate acerca de la religión en sí, sino que se propone avanzar sobre conceptos más complejos que la religión envuelve.

El enunciador construye el texto a partir de ciertas reflexiones que realiza sobre el tema que ha escogido, sembrando citas y referencias a personalidades, explicitando su conocimiento sobre el tema, o al menos, su “derecho” a abordarlo. Si bien el ensayo puede ser leído y entendido por alguien que no esté versado en el tema, contiene numerosas referencias religiosas y filosóficas que juegan al mismo tiempo como límite para unos y desafío para otros. En algunos momentos, también se permite ciertas ironías, las cuales maneja con elegancia y sin caer en el agravio, las utiliza con diplomacia (“mitología simplísima de conventillo”), tan solo para refutar algunas cuestiones que no comparte o que juzga inadecuadas.

Sobre el final, el texto se permite una pequeña reflexión, donde el enunciador ataca lo que él considera como la “religiosidad”. Mezcla de ensayo filosófico y dardo retórico, el ensayo deja una sensación de “a propósito de esta cuestión, quiero aclararles que…”, como si el autor hubiera descubierto, en medio de otras cavilaciones, algo con lo que no estaba de acuerdo y sobre lo que decidió disparar.

Nota de lectura “Modesta proposición para impedir que los niños de los irlandeses pobres...” Jonathan Swift

En este texto, Swift realiza una crítica a la situación social que se vive en Irlanda, en particular en relación a los niños pobres, a través de la proposición de un plan para acabar con este problema, el cual implica comerse a los niños que no puedan ser mantenidos.

Se pueden destacar al menos dos aspectos que hacen a la misma naturaleza del ensayo y que constituyen algunos de sus logros. En primer lugar, la construcción de la voz del enunciador. En todo momento se genera la sensación de un caballero formal, culto, un hombre de mundo, con opiniones políticas formadas y un altruismo que lo lleva a intentar mejorar la situación de penuria que ve a su alrededor. El texto se asemeja a los consejos que antiguamente muchos hacían a personajes de la política o la nobleza, esperando algún tipo de favor o reconocimiento, a cambio de su aporte a una materia determinada. El tono de la voz contribuye a llevarnos a través del texto, y a enmascarar el canibalismo aberrante que pretende el autor. En este sentido juega, también, otra herramienta: la duración del texto y su ramificación interna.

El enunciador tarda en proponer el canibalismo. Se demora en rodeos y consideraciones varias. Luego propone el asunto. Pasadas algunas pequeñas explicaciones, el texto se desvía por innumerables vertientes: las consecuencias de tal proyecto, inmediatas o a largo plazo, las ventajas sociales y económicas que traería aparejada, las modificaciones en las conductas sociales. Si una primer imagen de un bebé siendo devorado nos causa rechazo, el enunciador nos distrae con diferentes artilugios, alejándonos de aquella imagen aterradora, y nos lleva a discutir sobre terrenos que son accesorios. El planteo que hace, el sistema que propone, tienen coherencia, son prácticos. Mientras tanto, se va camuflando la imagen original que generaba rechazo automático: un bebé siendo devorado.

Por supuesto, el texto es irónico y no pretende convencernos de ser caníbales, pero es interesante notar como un texto puede enmarcar y dar vida cualquier tipo de cuestiones, si el tono y el ordenamiento interno del texto son los adecuados.

Texto sobre la toma de la facutad de Sociales

Primero fueron los pibes chorros. Los programas de televisión mostraban el nuevo cuco del inframundo que acechaba a los ciudadanos desde la oscuridad de los barrios marginales y las calles poco transitadas. Algunos, explicaban el carácter de esta nueva realidad, sus orígenes, sus consecuencias. Otros, directamente, mostraban estos nuevos villanos de la noche urbana en sus realitys policiales de medianoche. El peso de la imagen aplasta cualquier intención (real o no) de mostrarlos para comprenderlos. Horas y horas semanales de jóvenes vestidos con ropa deportiva, en barrios marginales, en horas nocturnas, envueltos en episodios violentos. Los opinólogos se escandalizaban: jóvenes sin futuro, sin porvenir, volcados a las drogas, la delincuencia y la vagancia. Que no falte la sana reflexión al final de cada programa, ni la tan mentada inclusión social que tanto hace falta en este país.

Después fueron los floggers. Ahí nos enteramos en que andaba la juventud, de un día para el otro. Un montón de jóvenes sin nada que hacer, con suficiente tiempo y dinero para sacarse fotos, subirlas a Internet y ver qué opinan otros tantos que se dedican a lo mismo. Se vestían raro, sus peinados eran ridículos y parecía ser (asumían los opinólogos) que no tenían idea de dónde estaban parados. Mucho menos de política. Horrorizados y escandalizados, los opinólogos nos advertían sobre aquella juventud tan falta de ideas e ideales, sin compromiso político, ni proyectos a futuro. Preocupados, los opinólogos no celebraron el descubrimiento de una juventud pacífica (pensemos que veníamos de los pibes chorros) sino que lamentaron algo que podría resumirse en esto: los jóvenes se habían convertido en una manga de boludos a tiempo completo.

Ahora son los estudiantes. Resulta que los jóvenes del siglo XXI se dejan llevar por ideas políticas radicales, no tienen respeto por la ley, las instituciones, la democracia, toman edificios públicos, les contestan a los adultos (sean estos docentes, padres, políticos, funcionarios o periodistas, como si estuvieran a su altura), osan proponer sus propias ideas política, se meten en temas en los que no tienen nada que ver (como apoyar trabajadores en huelga) y cosas por el estilo. En vez de estudiar, hacen política. Y cómo la hacen. Defienden la educación pública, libre y gratuita, el sueldo de sus docentes, las condiciones en las que estudian, el presupuesto educativo. Esto parece ser que tampoco está del todo bien, para los opinólogos.

Podríamos ir preguntándonos: ¿qué tipo de jóvenes se pretende? O mejor dicho: ¿cómo pretenden que sean los jóvenes? Porque parece ser que para el mundo de la televisión y las noticias, solo existen los borrachos, drogadictos y delincuentes, los que están en la pelotudez, o los subversivos. Ahorrémonos tanta censura y reproche, armemos una receta y saquemos una buena generación de jóvenes, derechos y humanos, que sean el orgullo de la teleaudiencia.