lunes, 12 de abril de 2010

¿Se acata firme o cobardemente? ¿Sumisa o voluntariamente?

¿En qué momento termina la voluntad y comienza la opresión? ¿Cuándo una orden pasa a ser una responsabilidad asumida en aras de alguna idea no siempre tan clara? ¿Cuántas veces nos rebelamos sin rebelarnos, para no revelarnos? ¿Cuántas veces una elección fugaz es una verdadera elección?

Der Utergang (La caída), el film alemán, dirigido por Oliver Hirschbiegel, relata los últimos días de Hitler durante la segunda guerra mundial. Recluido en su bunker, el fuhrer deambula entre sueños de conquista y la dantesca realidad que se vive dentro de la fortaleza. En el centro de la historia, se encuentra Traudl Humps, su secretaria, presentada como una joven producto de aquella Alemania, sin verdadera maldad, aparentemente desconocedora de los horrores del nazismo, abocada al cuidado de su líder. A medida que transcurre el relato, una pregunta comienza a asomar, un interrogante sobre aquellas personas que rodeaban al tirano. Un interrogante que, sorpresivamente para el espectador, será contestada por la Traudl Humps real, a modo de documental, al final del film. La antigua secretaria, ya anciana, relata que terminada la guerra descubrió las atrocidades del régimen con el que había colaborado. No sabía, no se lo imaginaba, dice ella. Pero también dice que conoció el caso de Sophie Scholl, la activista alemana contraria al régimen nazi y condenada a muerte. En la misma época, la misma sociedad, el mismo país. Dos jóvenes de la misma edad. Una, la secretaria de Hitler, la otra, una militante rebelde al nazismo, que arriesgaba su vida bajo la peor dictadura que haya vivido país alguno. “¿Era posible no saber?” se pregunta, nos pregunta. Ella está en posición de plantearse esas preguntas. ¿Podemos nosotros, a décadas, miles de kilómetros de distancia, señalar con el dedo, interrogarla, juzgarla? ¿Hubiéramos obrado distinto? ¿Hubiéramos sido una Sophie o una Traudl más, de las miles, millones que hubo, en Alemania, en todos los países, en todas las épocas?

"Un hombre puede creer o no creer, eso es cosa suya. Porque es su propia vida la que apuesta por la fe, la incredulidad, el amor y la inteligencia. Y no hay sobre la tierra otra verdad más grande para el espíritu humano que esta gloriosa y humilde condición. El hombre arriesga su propia vida cada vez que elige y eso lo hace libre".

Tal vez, Máximo Gorki nos señale con el dedo, ese deber, ese derecho tan preciado. Y las consecuencias de vivirlo plenamente.

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