lunes, 26 de abril de 2010

"El peatón", Ray Bradbury (Fragmento)

"-¿Su nombre?- dijo el coche de la policía con un susurro metálico.
Mead con la luz del reflector en los ojos no podía ver a los hombres.
-Leonard Mead- dijo.
-¡Más alto!
-¡Leonard Mead!-
-¿Ocupación o profesión?-
-Imagino que ustedes me llamarían un escritor.
-Sin profesión- dijo el coche de la policía como si se hablara a sí mismo.
La luz inmovilizaba al señor Mead, como una pieza de museo atravesada por una aguja.
-Sí, puede ser así - dijo.
No escribía desde hacía años. Ya no se vendían libros y revistas. Todo ocurría ahora en casas como tumbas, pensó, continuando sus fantasías. Las tumbas, mal iluminadas por la luz de la televisión, donde la gente estaba como muerta, con una luz multicolor que les rozaba la cara, pero que nunca los tocaba realmente.
-Sin profesión- dijo la voz de fonógrafo, siseando - ¿Qué estaba haciendo afuera?
-Caminando- dijo Leonard Mead.
-¡Caminando!-
-Sólo caminando- dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara.
-¿Caminando, sólo caminando, caminando?
-Sí, señor.
-¿Caminando a dónde? ¿Para qué?
-Caminando para tomar aire. Caminando para ver.
-¡Su dirección!
-Calle Saint James, once, sur.
-¿Hay aire en su casa, tiene usted un acondicionador de aire, señor Mead?
-Sí.
-¿Y tiene usted televisor?
-No.
-¿No?
Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación.
-¿Es usted casado, señor Mead?
-No.
-No es casado - dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante.
La luna estaba alta y brillaba entre las estrellas, y las casas eran grises y silenciosas.
-Nadie me quiere - dijo Leonard Mead con una sonrisa.
-¡No hable si no le preguntan!
Leonard Mead esperó en la noche fría.
-¿Sólo caminando, señor Mead?
-Sí.
-Pero no ha dicho para qué.
-Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente.
-¿Ha hecho esto a menudo?
-Todas las noches durante años.
El coche de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba débilmente.
-Bueno, señor Mead - dijo el coche.
-¿Eso es todo? - preguntó Mead cortésmente.
-Sí - dijo la voz - Acérquese. - Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del auto se abrió de par en par - Entre.
-Un minuto ¡No he hecho nada!
-Entre.
-¡Protesto!
-Señor Mead.
Mead entró como un hombre de pronto borracho. Cuando paso junto a la ventanilla delantera del coche miró dentro. Tal como esperaba no había nadie en el asiento delantero, nadie en el coche.
-Entre.
Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una cárcel en miniatura con barrotes. Oía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No había allí nada blando.
-Si tuviera un esposa que le sirviese de coartada - dijo la voz de hierro - Pero...
-¿A dónde me llevan?
El coche titubeó, dejó oir un débil y chirriante zumbido, como si en alguna parte algo estuviese informando, dejando caer tarjetas perforadas bajo ojos eléctricos.
-Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas."

1 comentarios:

Anónimo dijo...

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